Mi vida en letras

Monday, July 22, 2013

El gigante

Se sintió pequeño, tan pequeño, aconsejado por el miedo de perder, mientras escuchaba acercarse cada vez más la tormenta.

La lluvia ácida llegó primero. 

En una nube de polvo y grava logró enfocar la mirada con gran esfuerzo y vislumbró la silueta humanoide, tan grande que hubiera podido fácilmente usar de silla la montaña que tenía a su espalda.

Escuchó un rugido, una voz que sonaba como los feroces truenos que anuncian la furia de un cielo ennegrecido.

Se cubrió los ojos con un antifaz de indiferencia, se puso la pechera, finamente tallada de orgullo y soberbia, y el casco, que le cubría los oídos ante cualquier palabra, sabía o insensata.

Afinó la puntería, miró a través de la honda, centró la piedra; no había tiempo de dudar.
El cielo comenzó a gritar, al tiempo que la piedra surcaba el firmamento en busca de su blanco. 

Un estruendo golpeó el piso con gran fuerza, y el cielo fue aclarandose poco a poco, mientras el sol se encargaba de ahuyentar las nubes restantes, como si supiera que el daño estaba hecho y anunciando así, el final del encuentro con el coloso. 

Buscó el cadáver del gigante en el suelo, pero no pudo encontrar nada. - Escapó de nuevo, pensó. 

Recorrió el valle con la mirada y sólo encontró, espantado,  a su mujer, en el piso, sangrando y sosteniendo la piedra momentos antes disparada por la honda. 

Ella lo miró con ojos de quien ama y perdona todo, mientras él la tomaba entre sus brazos.
David la besó en la frente, la recostó suavemente junto a un árbol, le dijo que regresaría y se fue, de nuevo, en busca de su gigante imaginario. 

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