Me acostumbre a beberte, cantarte, tocarte, escribirte, besarte en todas partes (era mi tarea no dejar ningún lugar sin besar), a despertar y abrazarte, a dormir abrazándote.
Incluso me acostumbré a ver como dejabas de escuchar mientras te hablaba...
Anoche me di cuenta de cuán dependiente me hice de ti.
Desperté con el sudor frío en la frente, buscándote entre el naufragio de una pesadilla, las manos temblorosas, falta de aliento, falta de tu aliento. Sintiendo que desde que ya no estás conmigo soy una paria, exiliada de la belleza del mundo, despojada de un lugar para existir.
Me acostumbre a creer en el final feliz que prometiste desde un principio, a sabiendas de que no estaba en ti hacer esa promesa, ni cumplirla, decidí tomarla.
La culpa siempre es un plato compartido.
No se cómo lidiar con tu ausencia, sin embargo, mi ausencia la remediarás llenando mi espacio con otro cuerpo tibio a tu lado; imaginando que nuca existí, le darás el nombre que me quitaste.
Esta ansiedad de saberte en algun lugar de la misma ciudad, este nudo de tener todo que decir y no poder emitir palabra, este dolor en todo el cuerpo, se irá cuando se haya ido todo rastro de ti en mi sistema... más dura que la adicción es la abstinencia..
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